Lecturas complementarias

MALEZAS E INVASORAS DE LA ARGENTINA. Tomo I

“Malezas e Invasoras de la Argentina “. Tomo I. “Ecología y control” Editores: Osvaldo A. Fernández, Eduardo S. Leguizamón, Horacio A. Acciaresi. ISBN Nº 978-987-1907-70-0 Tapa cartoné, color. 945 páginas. 220 x 290 mm. 1.950 Kg. Editorial Universidad Nacional del Sur 

La comercialización de esta Obra está a cargo de la Asociación Cooperadora de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario.
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Cap 02, 05, 19, 30, 31.pdf
     02 La agricultura y las malezas: pasado, presente y perspectivas
     05 Ecología
     19 Mercado de herbicidas
     30 Manejo integrado
     31 Modelización del sistema agronómico

Cap 07 Interacción Maleza-cultivo.pdf

Cap 08 Interacción Maleza-cultivo II.pdf

Cap 11 Interferencia cultivo maleza.pdf

Cap 23 Modernización de sistemas agronómicos.pdf

Cap 24 Manejo de malezas en bosques nativos y plantaciones forestales.pdf

Cap 28 Efectos ambientales de los herbicidas.pdf




DOCUMENTOS DE FAO





R. Labrada y C. Parker
 
Aquellas plantas que interfieren con la actividad humana en áreas cultivables y no cultivables son consideradas malezas.
Muchas plantas comúnmente clasificadas como malezas pueden ser utilizadas para fines alimenticios o medicinales, como por ejemplo: Portulaca oleracea L. y Petiveria alliacea L. entre muchas otras. Además, muchas malezas que se desarrollan en áreas sometidas a barbecho sirven para prevenir la erosión del suelo y para reciclar los nutrientes minerales del suelo. Por el contrario, varias plantas cultivables que aparecen como indeseables en áreas de cultivo diferente son correctamente consideradas como malezas. Por lo que debe quedar claro que "malezas" es un concepto relativo y antropocéntrico, pero en modo alguno constituye una categoría absoluta. Sin embargo, en las situaciones agrícolas las malezas, como producto de la alteración de la vegetación natural, son plantas indeseables y, posiblemente, constituyen el componente económico más importante del total del complejo de plagas, que también incluye insectos, ácaros, vertebrados, nemátodos y patógenos de plantas.
Las pérdidas anuales causadas por las malezas en la agricultura de los países en desarrollo ha sido estimada ser del orden de 125 millones de t de alimentos, cantidad suficiente para alimentar 250 millones de personas (Parker y Fryer 1975).
Es bien sabido que las malezas compiten con las plantas cultivables por los nutrientes del suelo, agua y luz. Estas plantas indeseables sirven de hospederas a insectos y patógenos dañinos a las plantas cultivables. Sus exudados radicales y lixiviados foliares resultan ser tóxicos a las plantas cultivables. Las malezas también obstruyen el proceso de cosecha y aumentan los costos de tales operaciones. Además, al momento de la cosecha las semillas de las malezas contaminan la producción obtenida. De esta forma, la presencia de las malezas en áreas cultivables reduce la eficiencia de la fertilización y la irrigación, facilita el aumento de la densidad de otras plagas y al final los rendimientos agrícolas y su calidad decrecen severamente.
En cualquier sistema agrícola varias operaciones son dirigidas netamente al control de malezas. La preparación del terreno y las labores de cultivo en el ciclo de las plantas cultivables tienen como objetivo principal el combate de malezas.
El control de malezas no desarrollado a tiempo puede causar serios problemas, no sólo a las áreas cultivables, donde inciden, sino también a áreas cultivables vecinas. La observación personal confirma que un control de malezas retardado en caña de azúcar, con un desarrollo avanzado de insectos dañinos sobre las malezas presentes en las áreas del cultivo indicado, provoca la migración de los insectos sobre áreas de pastos adyacentes. Tan pronto como las malezas fueron controladas en la caña de azúcar, los insectos se trasladaron a las áreas de pastos, las que, por demás, son hospederas más adecuadas de estas plagas que las plantas de caña. En áreas de arroz no es posible lograr un buen manejo de los insectos del género Sogata si las malezas gramíneas no son eliminadas en el cultivo y en los canales de irrigación.
Estos son sólo algunos ejemplos de la importancia del control de malezas practicado a tiempo en cualquier sistema de cultivo. Desafortunadamente, como Akobundu (1987) indicase, las malezas son plagas subestimadas en la agricultura tropical.
Resulta más contemporáneo el uso del término "manejo" en lugar de "control". En ocasiones se ha considerado que "control de malezas" implica aniquilar o erradicar tal vegetación. De hecho es poca la diferencia en el significado básico de los dos términos y ambos son usados indistintamente en este volumen. Ninguno de los dos significa "aniquilar" y es poco importante cual término sea utilizado. Lo importante es saber que es innecesario eliminar completamente la población de malezas, ya que lo esencial es regularla o manejarla a un nivel tal que su daño económico sea reducido.
El manejo integrado de plagas ha sido definido como " el sistema de manejo de plagas, que en el contexto de la asociación del medio y la dinámica poblacional de las plagas, utiliza todas las técnicas y métodos adecuados de forma compatible, manteniendo las poblaciones nocivas a niveles por debajo de aquéllos causantes de daño económico". Desde su adopción, el MIP se ha convertido en la base de todas las actividades de protección vegetal de la FAO, ya que éste contribuye directamente al desarrollo de una agricultura sostenible. El incentivo para el desarrollo y adopción del MIP ha sido producto de las consecuencias alarmantes del uso indiscriminado de plaguicidas, que ha tenido un impacto negativo sobre el ambiente, la salud de los agricultores y consumidores, los costos de producción, el balance ecológico de las poblaciones de plagas y resistencia a los plaguicidas en uso.
El MIP puede verse en tres niveles, donde el objeto de control (a) es una sola especie de plaga, (b) un rango de insectos o malezas y (c) una composición completa de todos estos organismos nocivos. El concepto de MIP tiene su origen en la entomología, que se ha traducido en programas de control cultural y biológico, plantas hospederas resistentes, prácticas agrícolas apropiadas y uso racional de plaguicidas, que a la postre se ha demostrado superior en el plano económico y sostenible que el uso creciente de plaguicidas.
Los principios del MIP no han sido todavía aplicados de manera sistemática al manejo de malezas, pero estos son plenamente válidos para este fin. Los métodos tradicionales ya se basan en la integración de una variedad de métodos culturales y físicos. El uso continuado de estos métodos, conjuntamente con la aplicación moderada de herbicidas, ha demostrado ventajas en comparación al uso excesivo de herbicidas. Esta última práctica puede ocasionar desequilibrios indeseables de la flora y provocar la predominancia de poblaciones de especies perennes u otras resistentes a los herbicidas en uso.
Para el desarrollo del MIP se requieren conocimientos básicos y el desarrollo de investigaciones a nivel de campo, con lo cual se logra una comprensión más cabal de la influencia de los factores bióticos y abióticos que regulan el comportamiento de las plagas o malezas. Estos conocimientos también facilitan la predicción de los efectos de las estrategias de combate que se adopten en un cultivo determinado. La investigación debe cambiar su enfoque a fin de ampliar las bases de esta disciplina para así satisfacer las necesidades del agricultor.
Los conocimientos básicos para un manejo de malezas adecuado son:
1. Identificación de las malezas y su nivel de infestación.
2. Biología y ecología de las especies de malezas predominantes.
3. El efecto competitivo y los umbrales económicos de las especies de malezas predominantes.
4. Métodos de control técnicamente efectivos, económicamente viables y seguros para el ambiente.
Una base fundamental para un correcto manejo de malezas es conocer las especies presentes y su nivel de infestación. La identificación de malezas, sobre todo perennes y parásitas, debe ser precisa, ya que estas especies no suelen responder a las prácticas tradicionales de combate. La identificación de las especies anuales es primordial en áreas sometidas a aplicaciones de herbicidas y al conocer los componentes de la flora y su nivel de infestación, se estará en mejor posición para seleccionar el compuesto químico a utilizar. Los niveles exactos de infestación son esenciales en áreas donde se aplica el criterio de umbral económico. La identificación de las especies de malezas puede realizarse con la ayuda de los manuales existentes y publicados en muchos países y regiones del mundo. Los métodos para evaluar los niveles de infestación pueden ser visuales, estimando el nivel de cobertura de las malezas o a través de conteos (Labrada 1992). Estos métodos deben ser practicados cuidadosamente, pero no deben ser prolongados en el tiempo de su ejecución (Koch 1989).
Es vital conocer las características de las distintas fases de desarrollo de las especies de malezas más importantes. Estas fases incluyen: latencia, germinación, desarrollo de la plántula, emergencia, crecimiento vegetativo, floración, fructificación, madurez y dispersión de semillas. La influencia favorable o desfavorable de los factores bióticos y abióticos sobre cada fase debe ser también estudiada. Toda esta información, obtenida por observación directa o a través de la literatura existente, contribuirá a un mejor diseño de las medidas de combate. El Capítulo 2 reseña una información más detallada de estos aspectos.
Es sabido que las malezas causan su mayor daño a las plantas cultivables durante ciertos períodos de su crecimiento y las medidas de control durante este período son de especial importancia. Las malezas, que se desarrollan en períodos más tardíos del crecimiento de las plantas cultivables, suelen causar daños de menor importancia. En la agricultura tradicional, el conocimiento del denominado "período crítico" permite al agricultor hacer un uso más eficiente de los limitados recursos de que dispone, lo que se revierte en un ahorro sustancial del tiempo y otros gastos por concepto de control de malezas. Si la infestación presente consiste sólo de una especie predominante, lo más indicado es el uso del criterio de umbral económico, o sea la densidad de la especie que interfiere significativamente con el cultivo y que justifica plenamente la realización de la medida para su control. El uso de los umbrales económicos es también apropiado en aquellas áreas, donde los herbicidas se utilizan intensivamente, ya que su aplicación tiende normalmente a provocar la presencia de especies tolerantes o resistentes, lo que al final obliga a realizar una aplicación herbicida post-emergente suplementaria. Los Capítulos 3 y 12 proporcionan más detalles sobre estos aspectos.
La identificación de las especies de malezas que sirven de hospederas alternativas de distintas especies de insectos es importante a fin de definir los efectos directos de estas plantas indeseables sobre las poblaciones de insectos (Settele y Braun 1986). Las malezas también hospedan varios patógenos dañinos a las plantas cultivables. La conformación de una lista de las especies de malezas con el nombre de las especies de insectos, ácaros y patógenos que hospedan es algo deseable a disponer en cada región agrícola. La interacción entre las malezas y las plagas asociadas debe ser objeto de correcta comprensión para el mejor desarrollo de las prácticas de MIP. A veces es aconsejable dejar una pequeña población de ciertas especies de malezas a fin de garantizar el desarrollo de depredadores importantes de insectos. Sin embargo, la práctica demuestra que por lo general el control de malezas suele reducir la incidencia de otras plagas y enfermedades.
Existen varios métodos para el control de las malezas o para reducir su infestación a un determinado nivel, entre estos:
1. Métodos preventivos, que incluyen los procedimientos de cuarentena para prevenir la entrada de una maleza exótica en el país o en un territorio particular.
2. Métodos físicos: arranque manual, escarda con azada, corte con machete u otra herramienta y labores de cultivo.
3. Métodos culturales: rotación de cultivos, preparación del terreno, uso de variedades competitivas, distancia de siembra o plantación, cultivos intercalados o policultivo, cobertura viva de cultivos, acolchado y manejo de agua.
4. Control químico a través del uso de herbicidas.
5. Control biológico a través del uso de enemigos naturales específicos para el control de especies de malezas.
6. Otros métodos no convencionales, p.ej. la solarización del suelo.
Ninguno de estos métodos debe ser perdido de vista en un sistema agrícola de producción, ya que éstos pueden resultar efectivos técnica y económicamente a los pequeños agricultores. Incluso el arranque manual, considerado correctamente como labor tediosa y penosa, es una práctica vital complementaria, aún cuando los herbicidas sean utilizados, ya que previene el aumento de poblaciones resistentes o tolerantes de las malezas. Esta práctica es también la más pertinente en áreas, donde el nivel de infestación de malezas es bajo y se necesita la prevención del aumento del banco de semillas de malezas en el suelo.
Todos estos métodos serán descritos en detalle en otros capítulos de este libro.
Un espacio especial es requerido para abordar el tópico sobre el control químico de malezas y el uso de herbicidas. Es realmente cierto que el éxito en la agricultura de los países desarrollados en las últimas décadas se debe en gran medida al uso de los herbicidas. La situación del agricultor de los países en desarrollo, sin embargo, difiere mucho de las de los países desarrollados. Los pequeños agricultores de los países pobres no poseen el poder económico que les permita adquirir herbicidas y los equipos indispensables para su aplicación, no excluida la compra de una simple mochila de aspersión. Además, en muchos países en desarrollo, el nivel cultural de los agricultores es sumamente bajo (por lo general, son analfabetos), lo que hace difícil el proceso de capacitación en el uso adecuado de herbicidas y en las formas de evitar los efectos secundarios indeseables que estos productos químicos puedan causar, sobre todo cuando se aplican a dosis superiores a las normalmente recomendadas. Esto en ocasiones se traduce en problemas de fitotoxicidad sobre los cultivos de interés, efectos residuales en el suelo y afectaciones directas a la salud del agricultor.
Estas consideraciones no siempre han sido tomadas en cuenta por los promotores del control químico de malezas. Sencillamente se ha supuesto que el mismo éxito alcanzado con una determinada dosis de un herbicida en la agricultura de los países desarrollados, se podrá lograr al nivel de la pequeña finca en los países en desarrollo. Alström (1990) ha subrayado los peligros de transferencia del éxito de uso del enfoque de método químico único de control de malezas de los países desarrollados a los de menor desarrollo. Este autor también añadió que el control químico es sólo posible practicar en grandes haciendas de los países del tercer mundo, que poseen una mejor posición económica. Alström propone la inclusión del uso de los herbicidas como componente menor de los esquemas de control de malezas en la agricultura de los países cálidos, de pequeños agricultores, y sólo utilizable para problemas específicos y no como práctica habitual.
Otra consideración, que parece ser una preocupación poco realista, es que el uso de herbicidas en los países en desarrollo podrá provocar un incremento de la desocupación. Esto puede ser cierto en regiones con grandes haciendas agrícolas, donde se emplea una fuerza de trabajo sustancial, pero no para la vasta mayoría de los pequeños agricultores, cuyas familias consumen gran parte de su tiempo laboral en operaciones de desyerbe, que podría ser útil en otras actividades.
En síntesis, es muy difícil definir cuando los herbicidas puedan ser utilizados al nivel de la pequeña finca. Una primera consideración debe ser que la recomendación de uso de un herbicida en la pequeña finca deberá estar basada en los resultados de efectividad técnica y económica derivados de la evaluación previa a nivel de campo realizada por personal técnico oficial. Estos resultados, conjuntamente con los datos toxicológicos aportados por el productor del herbicida, proporcionarán la información suficiente para el registro oficial del herbicida en el país. La información técnica pertinente debe aparecer claramente expuesta en la etiqueta del envase, probablemente con ayuda de pictogramas útiles para el agricultor analfabeto. También debe ser dada a través de capacitación llevada a cabo por los extensionistas agrícolas. Como Akobundu (1989) dijese, una decisión de uso de un plaguicida debe estar basada en muchas consideraciones, una de ellas debe ser que el plaguicida haya sido aprobado como la opción de control más efectiva económicamente para el agricultor, así como que su uso no provocará efectos secundarios indeseables en el medio.
La mayor limitante para el desarrollo de un manejo de malezas adecuado en países en desarrollo es la ausencia de conciencia por parte de los agricultores y los oficiales de los gobiernos acerca de las pérdidas que causan las malezas y los métodos existentes para su control.
Este problema es posiblemente debido a:
a) Falta de información de los servicios de extensión agrícola a los agricultores y gobiernos sobre los problemas causados por las malezas y las vías para su combate.
b) Ausencia de vínculos efectivos entre las Unidades de Investigación Agrícola involucradas en el estudio de las malezas, y el Servicio de Extensión.
c) Ausencia de investigaciones en manejo de malezas.
En muchos países en desarrollo, debido a la falta de fondos, no existe en absoluto un adecuado programa de investigaciones en materia de manejo de malezas. En el mejor de los casos, estos programas existen, pero son débiles en su fundamento, ya que carecen de un debido enfoque en materia de MIP. Esta debilidad está también dada por la falta de especialistas de protección vegetal bien formados, así como de especialistas de malezas en los países.
También es posible que en algunos de estos países, la ignorancia de los funcionarios sobre los problemas de malezas no les permita entender la importancia económica del manejo de éstas. En muchos casos, se cree que las malezas no son un problema agrícola o fitosanitario y que estas plantas indeseables pueden bien ser controladas a través de arranques o escardas manuales. Es obvio, que quien jamás haya desyerbado manualmente, no es probable que sea capaz de entender la necesidad de mejorar los métodos de control de malezas.
Los pequeños agricultores de los países en desarrollo consumen más del 40% de su tiempo en operaciones de desyerbe, lo que principalmente comprende el trabajo de mujeres y niños de la familia del agricultor. Los niños involucrados en estas labores, en muchos casos, no pueden asistir regularmente a la escuela.
Para revertir estos problemas se necesita de financiamiento para el desarrollo de programas de investigación-extensión, incluido el manejo de malezas como componente básico del MIP. Un requisito esencial en esta dirección es la capacitación y especialización del personal técnico nacional, sólo así los gobiernos y los agricultores podrán ser debidamente informados sobre los problemas que ocasionan las malezas y las vías mejoradas para su combate. La investigación aplicada en manejo de malezas debe ser llevada a cabo dentro de los correspondientes programas de investigaciones en manejo de cultivos. A veces los grupos de investigaciones en malezas dedican, posiblemente, el 85-90% de su tiempo en la realización de pruebas sencillas de herbicidas. Tales pruebas son importantes, pero la obtención de datos sobre la bio-ecología de las malezas, el período crítico de interferencia y el desarrollo de otros métodos de control deben ser parte integral de los estudios sobre malezas en ejecución. El objetivo debe ser desarrollar un nuevo enfoque para el manejo de malezas en países en desarrollo.
El éxito de cualquier programa agrícola dependerá de la aplicación inmediata de los resultados de investigación conjuntamente con el desarrollo de una campaña de alerta conducida por el servicio agrícola de extensión. Sólo así serán utilizadas las prácticas adecuadas de control de malezas.
En la agricultura tradicional, la estrategia de control de malezas requiere un nuevo enfoque, diferente al existente en países desarrollados. La elaboración de esquemas específicos de manejo de malezas para sistemas de producción de pequeños agricultores es un reto para los científicos dedicados a las malezas y una tarea a emprender, que a la postre resultará en la reducción de las pérdidas de producción causadas por las plantas indeseables en la agricultura de los países pobres o en desarrollo y en la elevación del bienestar del agricultor.
Akobundu I.O. 1987. Weed Science in the Tropics-Principles and Practices. John Wiley & Sons, Nueva York. 522 pp.
Alström S. 1990. Fundamentals of weed management in hot climate peasant agriculture. Crop Production Science 11, Uppsala, 271 pp.
Koch W. 1989. Principles of weed management (manuscript of a course). Plits 7, 85 p.
Labrada R. 1992. Weed Management- a component of IPM. Proceedings, International Workshop "Weed Management of Asia and the Pacific Region", IAST (Taegu, Korea) FAO, Special supplement No.7 pp 5-14.
Parker C. y J. Fryer. 1975. Weed control problems causing major reduction in world food supplies. FAO Plant Protection Bulletin 23 (3/4): 83-95.
Settele J. y M. Braun 1986. Some effects of weed management on insect pests of rice. Plits 4: 83-100.


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Recomendamos la lectura del siguiente trabajo:

http://academic.uprm.edu/rodriguezp/HTMLobj-95/aspectosfisiologicosymorfologicosdemalezas.pdf

El prof. Pedro Rodríguez es docente de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez. Colegio de Ciencias Agrícolas.

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  La Unión Europea ratifica al Glifosato

A través de su Comité Permanente de la Cadena Alimentaria y la Salud Animal, sección Productos para Protección de Cultivos, dio a conocer el veredicto.

Como productores rurales, desde la Sociedad Rural de Rosario sentimos una satisfactoria tranquilidad al leer el artículo de la Unión Europea ratificando al glifosato. El mismo concluye que no es una sustancia tóxica para el medio ambiente ni para la salud humana. La Unión Europea, a través de su Comité Permanente de la
Cadena Alimentaria y la Salud Animal, sección Productos para Protección de Cultivos,
dio a conocer el veredicto de las autoridades alemanas encargadas a fin del año
pasado de estudiar las conclusiones del trabajo de investigación ex miembro del
CONICET Andrés Carrasco, referido a los efectos del glifosato.
En consecuencia, “las autoridades alemanas llegaron a la conclusión que los estudios
habían sido realizados bajo condiciones muy artificiales, sumamente diferente de lo que
puede ser esperado en circunstancias agrícolas, y que es escasamente posible
predecir un efecto adverso en los mamíferos sobre esta base. Ellos señalaron que hay
un comprensivo y confiable banco de datos toxicológicos para el glifosato y los efectos
observados no han sido revelados en los estudios en mamíferos, ni se evidenció
epidemiológicamente en humanos”. Lo expuesto por Alemania indica “que los
resultados de los estudios no ponen en tela de juicio la actual evaluación del riesgo de
la sustancia en la UE y los productos utilizados en la UE, que contienen esta sustancia
con respecto a la salud humana”. En consecuencia, “la Comisión no considera que
exista actualmente una base sólida para prohibir o imponer restricciones específicas en
el uso de glifosato en la Unión Europea”. Estas conclusiones, aparte de brindar
tranquilidad para el sector rural, nos posibilitan contar con argumentos sólidos y de raíz
científica en nuestra tarea de buscar la verdad sobre el uso del glifosato.
En detalle, la información da cuenta que la Comisión actuante había sido informada de
la publicación de un artículo en la prensa científica con respecto a efectos tóxicos en la
reproducción probablemente generados por glifosato y los productos que lo contienen,
donde se observaron tales efectos después de la inyección a embriones de pollos y
ranas. El tema se había puesto en la agenda del Comité Permanente de la Cadena
Alimentaria y de Salud Animal el 29 de septiembre de 2010 y la Comisión invitó a
Alemania, que es el Miembro Estado Relator (Rapporteur) y que evaluó a priori la
aprobación del glifosato para la Unión Europea en el 2001, para que evalúe sus vistas
en los estudios anteriores, la validez de su metodología y, pretenciosamente, su
relevancia a la evaluación normal y aplicación de glifosato como pesticida.
Las autoridades alemanas llegaron a la conclusión que los estudios habían sido
realizados bajo condiciones muy artificiales, sumamente diferente de lo que puede ser
esperado en circunstancias agrícolas, y que es escasamente posible predecir un efecto
adverso en los mamíferos sobre esta base. Ellos señalaron que hay un comprensivo y
confiable banco de datos toxicológicos para el glifosato y los efectos observados no
han sido revelados en los estudios en mamíferos, ni se evidenció epidemiológicamente
en humanos. Alemania concluye que los resultados de los estudios no pone en tela de
juicio la actual evaluación del riesgo de la sustancia en la UE y los productos utilizados
en la UE, que contienen esta sustancia con respecto a la salud humana.
Esta conclusión, se informó en el Comité Permanente el 28 el 2010 de octubre y
re-confirmado 23 de Noviembre de 2010, y la misma es compartida por los otros
Estados Miembros. En consecuencia, la Comisión considera que no existe actualmente
una base sólida para prohibir o imponer restricciones específicas en el uso de glifosato
en la Unión Europea.
Tiempopyme – 2/04/11
http://www.tiempopyme.com/despachos.asp?cod_des=93178&ID_Seccion=100




La responsabilidad de la soja

 http://movil.clarin.com/rural/responsabilidad-soja_0_988701600.html

 

Por Héctor A. Huergo
La “sustentabilidad” es el nombre del juego. Todos se llenan la boca con la palabra devenida en mágica. Pero que conlleva el regusto amargo de que algo están haciendo mal los productores. Caímos en las fauces de los tecnofóbicos.
Acabo de recorrer, como lo hago desde hace 30 años, el corn belt. A nadie se le ocurría plantear el dilema del “monocultivo de maíz”. Un enorme paño de más de 30 millones de hectáreas cubría el Medio Oeste de los EEUU, sólo jalonado por algunos incipientes lotes de soja. Y algunos lotes en barbecho (“set aside”), siguiendo la política oficial de reducir la producción para evitar la acumulación de excedentes de granos.
En la Argentina la soja era aún más incipiente. El monocultivo de maíz en las colonias de la pampa gringa clamaba un cambio a los gritos. El sorgo de Alepo campeaba sin piedad. El gramón pululaba más al oeste. La solución de la “política agropecuaria” había sido declarar a estas malezas de “combate obligatorio”. ¿Con qué herramientas? No había herbicidas eficaces. Sólo el dalapón, o los metanoarsonatos (MSMA). La recomendación era arar profundo, y luego disquear bien varias veces para romper los rizomas, dejar venir al yuyo y luego aplicar el herbicida. Todo durante el verano, para exponer bien las raíces al sol y “quemarlas”.
Los chacareros que mejor trabajaban el suelo mostraban con orgullo que los campos eran “una harina”. Claro, llegaba una lluvia torrencial y el suelo iba a parar a Puerto Gaboto, o Samborombón. O se llevaba puesto algún terraplén, como el famoso de Los Surgentes, y a veces algún pueblo.
No existía la soja, que ahora aparece como responsable prima facie del delito de falta de sustentabilidad. Culpable, “Soy Guilty”, delito de soja. Les voy a contar.
Es cierto que en los primeros años de la soja, la hipertrofia fierrera y la tecnología disponible se unieron para elaborar un modelo que exacerbaba la erosión preexistente. Venía un gringo con un Zanello y toda la ferretería para meter una soja sobre trigo en una semana. Se quemaba el rastrojo, le hacía treflán con doble incorporación, por recomendación del laboratorio. La incorporación se hacía con rastra de discos.
Nacía limpia, pero venía el Alepo. Y como no había graminicidas, y el Basagrán (hoja ancha) era difícil de aplicar, a los yuyos se los combatía con el escardillo. Una, dos, a veces tres pasadas. Además, antes de sembrar se pasaba el rabasto, para dejar el suelo bien parejito ya que no había plataformas flexibles para la cosecha.
Algo cambió, ¿no? Ahora todo es en directa. Tanto por conciencia, por experiencia como por ahorro. Tenemos la RR, el glifo terminó con el Alepo y el gramón, el arado desapareció hasta de los museos, al igual que los cinceles, vibrocultivadores, rastras de discos, de dientes, rabastos, escardillos, aporcadores y el resto de la parafernalia que usábamos para lograr un cultivo a costa del suelo.
Recuperamos materia orgánica, estructura de los suelos, acumulamos gracias a ello más agua en el perfil, se frenaron las cárcavas, las voladuras de campos. Aumentamos los rindes, se disparó la producción, los pueblos prosperaron. Pero los contrarios también juegan. En este caso, los contrarios son los tecnofóbicos. Con el cuento de “las fumigaciones” le han puesto el cuchillo en el cuello a un sistema de producción mucho más eficiente, ambientalmente, que lo que hacíamos antes de la “sojización”.
Antes se veían tractores echando humo y levantando polvareda, destruyendo la materia orgánica de los suelos, para obtener rindes de 15 quintales por hectárea. Hoy se ven suelos cubiertos de rastrojos en los que emergen cultivos limpios, que rinden el doble, y que además le han dado a todos los argentinos la oportunidad de una vida mejor.
Que no la sepamos tomar es harina de otro costal. Pero quédense tranquilos: la soja no es la responsable de nada malo.





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